domingo, 14 de noviembre de 2010

Elegía para Francisca, la madre de los Knobel


El recuerdo de Francisca López de Knobel, madre de Carlos (foto) y Alejandro Knobel, dos pampeanos de General Pico desaparecidos durante la dictadura militar. La vida de una mujer reconocida en esa ciudad del norte provincial y el dolor por sus hijos que consumió sus últimos años.

Walter Cazenave

Allá por los años cincuenta y comienzos de los sesenta el apellido Knobel era trascendente en el General Pico de esos tiempos. El principal portador era Mauricio, ampliamente conocido por su condición de médico, su militancia comunista y una bondad que ocultaba tras un carácter áspero y chacotón. Complementaba el hogar su esposa, Francisca López, una mujer hermosa e inteligente, abierta al arte y la cultura. Y dos hijos: Carlos Abel y Alejandro Vladimiro José.

Por los muchachos –éramos compañeros de secundario con Carlos– accedimos a aquella casa cordial, plena de libros, discos y objetos hermosos o exóticos, producto de los viajes del matrimonio a Europa y Asia. Francisca, al ver nuestro interés de adolescentes, accedía generosa a las charlas o a la audición de música en un equipo de sonido que dejaba leguas atrás a los modestos Winco que alcanzaba nuestro presupuesto. Imborrable el recuerdo de aquella sala de sillones mullidos, con miniaturas chinas en los muebles y Beethoven o Vivaldi cruzando el ambiente.

Esas pequeñas reuniones informales abrían nuestra mente a otros mundos, autores e ideas, sacándonos de la inercia pueblerina, descubriéndonos el valor de nosotros mismos y nuestro entorno. Por su biblioteca –aquellos hermosos tomos de la editorial Aguilar– pudimos acceder a García Lorca, a Nicolás Guillén, a Valle Inclán, a Lope de Vega, a Ciro Alegría. A veces irrumpía su esposo desde el cercano consultorio, con aquel guardapolvo blanco que imponía respeto y casi miedo, y nos dedicaba alguna broma o alusión familiar, ya que era el médico de mi familia.

Esa mujer.

Francisca tenía una bella voz de soprano y cantaba en el coro local. También se hacía tiempo para finalizar el secundario y era insólito verla entre la bandada de jovencitas que salían alegres del viejo colegio Nacional, en la esquina de 26 y 17. Precisamente fue concurriendo a ese establecimiento que nos dio una lección de dignidad. Un sesudo profesor, médico y de apellido sajón él, acostumbrado a perorar sin réplica entre los adolescentes, dijo muy suelto de cuerpo algo así como que “todos los italianos que habían venido a poblar la Argentina eran haraganes y los españoles unos ladrones”. Francisca se sintió tocada y le replicó fieramente, generando uno de esos momentos que los estudiantes recuerdan para siempre, por la forma y por el fondo del suceso. Y hubo un tácito agradecimiento en los jóvenes, casi todos ellos descendientes de inmigrantes de las dos penínsulas.

Adioses.

Con Carlos, y otro grupo que dispersó el tiempo, habíamos sido amigos y compinches y albergo recuerdos de esos años, poblados de ansiedades y rebeldías y que solían costarnos alguna reconvención de Francisca. Después, cuando finalizamos el secundario, él y su hermano marcharon a seguir estudios en Buenos Aires y solamente teníamos algún contacto esporádico en vacaciones, pero con el afecto intacto.

Las andanzas laborales me llevaron a tener que dar clase en una paupérrima zona de monte, con niños pobres y desnutridos. Cuando le solicité ayuda, Francisca Knobel puso toda su bondad en marcha y colmó mi 2CV de leche en polvo, vitaminas, chocolate, remedios, algunos juguetes... y libros. La mejor forma de agradecerle fue con el ramo de flores más grande que pude comprar en el viejo Vivero Pampeano.

Una tarde de noviembre de 1973, cuando yo celebraba mi casamiento, tuve la gran alegría de volver a encontrar casualmente a Carlos, después de varios años. Nos dimos un enorme abrazo, rememoramos andanzas, celebramos la amistad y la hija que le había nacido, pues él ya había contraído matrimonio. La niña tenía un nombre infrecuente y hermoso: Galatea. Hoy será todo una mujer con una viva memoria de su padre.

Fue la última vez que lo vi. A poco de concretado el golpe de 1976 los dos muchachos desaparecieron tras la incursión de un grupo de tareas a la casa donde vivían. Ese fue el comienzo de un larguísimo peregrinaje del matrimonio Knobel en pro de saber algo sobre el paradero de sus hijos. También de comprobar los límites inauditos que puede alcanzar la bajeza humana, ya que gentes a la que conocían, e incluso habían ayudado, llegaron a sacarle dinero para suministrarle datos que, a la postre, resultaron falsos y amañados. Puedo dar fe de ello porque en mis periódicos viajes a la ciudad siempre iba a requerir noticias del amigo.

La búsqueda.

Al comienzo de ese calvario Francisca se movió con la energía y decisión que eran características en ella. Después el tiempo la fue erosionando y quebró primero su espíritu y después su cuerpo. La espléndida mujer que había sido se fue apagando al vivir su propio horror y darse cuenta del que hacía presa del país. Una de las últimas visitas que le hice la encontré muy desmejorada. En algún momento y me dijo entre lágrimas:

–¡Pobre Carlos! Debe de estar muerto...

Poco tiempo después, destruida su vida por la desaparición de sus hijos, falleció. Literalmente de pena.

No pude concurrir a su sepelio, ni tampoco al de su marido, que la siguió unos años después. Me quedé con un recuerdo intenso que tiene dos extremos: el de la mujer que amaba el arte y la vida y compartía ese sentimiento con generosidad y el de la madre sufriendo un dolor inmenso, que fue el de muchas otras.

Cuando paso por allí suelo visitar su tumba, en el cementerio de Arata. La última vez que estuve las abejas habían anidado junto a la losa y aportaban un extraño rumor de vida. Al lado campeaba una placa de última tristeza: “A la memoria de Alejandro y Carlos”.

(Publicado en Caldenia)

10 comentarios:

  1. Me detuvieron, buscaban a konbel, me tabicaron,a las 3 hs. aparecio la brigada,escuche la vos de carlos y alejandro,lo golpeaban creo que con 1 caño, gritos, dolor, angustia, no entendia nada, carlos desia fascista asesinos,mas golpes, luego silencio,una voz, para la mano mira la sangre que le sale,dios se apiado de mi, me tiraron detras del falcon, y me dejaron con vida. fue 12/11/76, volvi a nacer,tengo ahora 35 años de regalo....

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  2. hola Anonimo, soy Galatea. Podrias contactarme por Facebook?
    gracias

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    1. SOY ANONIMO GALATEA, QUIEN SOS, MI HISTORIA, ES TAN TRISTE COMO LA DE LOS KNOBEL Y LA DE 5 DESAPARECIDOS MAS, TODOS APERENTEMENTE BAJO UNA MISMA CAUSA.
      PASAME UN TE Y TE LLAMARE TENDRAS QUE ESCUCHAR UNA CONTRASEÑA, PARA NO SER ENGAÑADA POR OTRAS PERSONAS, SI HAS CONOSIDO LA VIDA DE ALEJANDRO.

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  3. hola Anonimo, soy Galatea. Podrias contactarme por Facebook?
    gracias

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  4. Hola Anonimo, soy Galatea, vivo en en francia, no puedo llamarte pero escribime por favor, necesito contactarme con vos... no sé bien cmo hacer, pero no podemos contactarnos una vez cada ao y medio. Por favor buscame por facebook o por otro lado. No sé que decirte, no sé como hacer. Qué sugeris?

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  5. me olvidé de precisar en el otro comentario, soy la hija de Carlos, como lo dice en el articúlo de Cazenave

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  6. Al responsable del blog:

    Por favor, si pudiera contactarme cuando este hombre responda, y darle mi mail si tiene la posibilidad.
    Desde ya, muchas gracias!

    Galatea Knobel

    galateosk@hotmail.com

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  7. Hola Carlos Knobel era mi abuelo y Francisca Knobel era mi bisabuela y mi mama es la hija de Carlos. Y mi mama es Galatea Knobel y yo soy Octavia Knobel. Tengo 8 años.








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  8. hola Walter cazenave...soy Adriana ,la ex esposa de carlos knobel...lo felicito por la excelente reseña de mis ex suegros...ellos eran asi...tal cual usted los describe y cuando yo los conoci tuve la misma impresión que usted la cual se fue afianzando con los años...gracias ,muchas gracias por escribir su testimonio.....Adriana

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  9. ESTIMADA GALATEA OCTAVIA SOY ANONIMO. VUELVO A LEER SUS MJES. LA VIDA HIZO QUE DESPUES DE 38 AÑOS, LUEGO DE AQUELLA NOCHE NEFASTA, ESTE ESCRIBIENDO PARA USTEDES. ME IMAGINO SUS ANGUSTIAS ESCONDIDAS, TAL VEZ SIN DECIFRAR, YO TAMBIEN LAS TENGO. DE ALEJANDRO ME QUEDO UNA CAJA QUE EL HACIA CIRUGIA. LA GUARDE HASTA PENSE QUE ALGUNA VEZ LA VOLVIA A PEDIR.........QUE ILUSO. SE QUE NUNCA VENDRA. PERO ESA SENSACION LA TUVE EN MI, AÑOS...!.MI SITUACION EN RELACION A LOS HERMANOS FUE FORTUITA . FUI COMPAÑERO LABORAL DE ALEJANDRO, DE ALLI MI RELACION CON ELLOS.
    ADRIANA EL PASO DE TU ESPOSO Y SU HERMANO POR ESOS LUGARES OSCUROS TENEBROSOS DE LA VIDA, LOS COMPARTI POR CASUALIDAD, AUN QUEDA EN MI ESOS RECUERDOS DE ESE 12 DE NOVIEMBRE, TUVE LA SUERTE DE ESTAR AQUI, NADA MAS..SOLO PIDO A DIOS QUE LAS ALMAS DE AQUELLOS, QUEDEN EN MANO DE DIOS.

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