martes, 9 de noviembre de 2010
La revolución en los montes
Militante estudiantil de los años setenta en el PCR, Julio César González fue detenido por la Subzona 14 en 1975 y pasó casi cuatro años como preso político. Volvió del infierno y se graduó en la UNLPam. Hoy vive en Inglaterra.
Norberto G. Asquini
Tenía 24 años cuando la Subzona 14 lo detuvo en Santa Rosa por su militancia estudiantil y pasó casi cuatro años en la cárcel. Cuando salió, regresó a la Universidad Nacional de La Pampa para finalizar su carrera: ingeniero agrónomo. Después, viviría en España para pasar luego a Inglaterra.
Julio César González nació en Caballito en 1951, pero en su infancia se trasladó a Haedo. Se recibió de maestro en el instituto privado Almirante Guillermo Brown y una de sus compañeras tenía una hermana estudiando agronomía en La Pampa. “Ese fue el hilo que me llevo a ir a estudiar a Santa Rosa en enero de 1969”, afirma.
Su militancia comenzó al calor de una época de cambios y revolución. “Empecé a interesarme en las asambleas de estudiantes de Agronomía, escuché y presté atención a los lideres más sobresalientes de aquel entonces. Aparte de la lucha por un centro de estudiantes más representativo, hubo estudiantes que se involucraron en la huelga de Salinas Grandes. Yo no fui parte de esa lucha pero me sentí atraído por todo aquello.
–¿Qué recuerda de la vida militante?
–Recuerdo las distintas etapas, primero algo así como incipiente y en un terreno totalmente “nuevo” y a la vez “inocente” para mí. Luego la participación en asambleas y el trabajo “de base y agitación” tratando de que los estudiantes se involucraran en lo que pasaba a nivel reivindicativo para más tarde conectarse a lo que estaba pasando a nivel nacional y además tomando contacto con las distintas corrientes estudiantiles nacionales, muy politizadas en ese momento. Refundamos nuestra agrupación bajo el nombre de FAUDI (Frente de Agrupaciones Universitarias de Izquierda). Y finalmente recuerdo la gran etapa de la movilización para la nacionalización de la Universidad que comenzó tímidamente pero que fue creciendo en número y fuerza. Posiblemente también esa euforia no nos dejo ver que estaba realmente pasando en el país.
–Su experiencia se extendió, además de la militancia, a la docencia.
–Como en 1974 yo ya estaba cursando las últimas materias de Agronomía, empecé a buscar algo para hacer en el plano educativo pues además de mi recién descubierta vocación política estaba también la de enseñar. Vengo de una familia de maestros. Me enteré de que dos compañeros de agronomía estaban dando clases en colegios agrotécnicos y la idea me gustó. Llegó la oportunidad cuando estaban buscando a alguien en el Instituto Agrotécnico de Rancul. Y es así como a mediados de ese año empecé a dar clases de varias asignaturas. Era un día y medio intenso de clases.
–¿Y su actuación en la zona con el sindicato de hacheros?
–Mi papel fue el de enlace o conexión. Nosotros ya éramos parte del Partido Comunista Revolucionario (PCR), o sea que siendo militantes estábamos interesados en la organización de los obreros y de remover la dirigencia “amarilla” o de los burócratas. Nos preguntamos dónde estaban los obreros en La Pampa. Pues en el monte, hachando, fue nuestra propia respuesta. Y aprovechando que yo estaba dando clases en Rancul, allí empezamos. Hicimos averiguaciones y tratamos de conocer qué pasaba sindicalmente. La respuesta fue que había un sindicato casi inexistente, “un sello” pero con la posibilidad de elecciones. Así nos pusimos en campaña para contactarnos con los hacheros en el monte de caldén, a ver cómo vivían, cuáles eran sus necesidades y canalizar el deseo de mejorar su nivel de vida a través del sindicato, con la idea de que se afiliaran y presentar una lista “clasista y obrera”. El objetivo era fundar una organización de base para sacar del Sindicato de Trabajadores Rurales y Estibadores a la dirigencia burócrata.
–¿Hasta donde se profundizó?
–Hay que considerar que ya era 1975 y todo lo que ello representó. Como es fácil de entender, en esa primera etapa el trabajo de concientización era lento pero con avances. También hay que comprender que estaba pasando en el ámbito nacional. El gobierno de Isabel Martínez de Perón, al cuál nosotros apoyábamos, cada vez más desprestigiado y atacado se debilitaba y recurría más y más a la represión y asesinato través de López Rega y la Tripe A. Recuerdo que en el acto de fin de año la rectora del Instituto Mildren Le Donne de Del Sueldo, hizo un discurso de lo más beligerante en contra de los sectores de izquierda, eso me impresionó y podría haberme servido de aviso de lo que se venía…
–¿Cuándo fue detenido, por qué?
–Nosotros si bien nos considerábamos comunistas revolucionarios éramos partidarios de la vía política y estábamos en contra de “la lucha armada”, si bien consideramos la opción de la insurrección armada a largo plazo. No teníamos nada que ver ni con el ERP ni con Montoneros, por lo que considerábamos que no teníamos nada que ocultar. Cuando varios miembros de nuestro grupo fueron convocados a presentarse en la Policía provincial (en noviembre de 1975, cuando comenzó a operar la Subzona 14), se presentaron y no fueron detenidos. Pero si bien por un lado teníamos la concepción de no empuñar la armas, ante casos como la Tiple A debíamos estar preparados para defendernos, a eso le llamábamos “autodefensa”. Casi todos poseíamos un arma. En mi caso una pistola calibre 22, con la cual ni siquiera practiqué. Pero ante la amenaza de registro de vivienda, se decidió que debíamos deshacernos de ellas. Yo tiré los periódicos del partido y literatura de izquierda junto con el revólver, en el baldío lindante a la pensión en que vivía en aquellos momentos ubicada en la calle Pueyrredón. Según me contaron, el hijo de un policía cuando jugaba al fútbol encontró el montón de papeles y su padre lo revisó... Se corrió la voz de que me andaban buscando por lo que me fui a otra casa, la de unos estudiantes amigos. Allí aparecieron policías provinciales de civil a los que pacíficamente me entregué.
La pensión estaba enfrente de la casa de la suegra del entonces capitán (Luis) Baraldini, donde el iba de visita regularmente. Tanto que cuando me interrogó me dijo: “yo lo conozco… lo he visto con otros tocando la guitarra en la vereda”. Acepté que el material y la pistola 22 eran míos y de allí fui a la Unidad Penitenciaria. No me interrogaron más, pasaron los días, que según mi familia para ellos fue de desaparición pues nadie decía donde yo estaba.
–¿Dónde estuvo detenido?
–Fui detenido el 9 de diciembre de 1975 y salí el 11 de septiembre de 1979. En la cárcel de Rawson estuve unos tres años aproximadamente, un buen día apareció un militar, para interrogarme. Todos mis compañeros de pabellón decían eso era señal de que mi libertad estaba cerca. Pero al poco tiempo fui trasladado a La Plata para pasar allí otro año de detención y espera, hasta que un buen día abrieron la puerta de mi celda y me dijeron ¡esta en libertad! Nunca se inició causa judicial, y siempre a disposición del PEN sin posibilidad de abogado o juez.
–Luego volvió a estudiar en la UNLPam, para terminar la carrera. ¿Cómo tomó esa decisión?
–Volví pues era mi “versión oficial”. Una y otra vez cuando estuve preso se me preguntaba qué iba a hacer al salir y la respuesta que se me ocurrió era apropiada para los oídos que todo lo escuchaban: “Volveré con mi familia y quiero terminar mi carrera”. Un poco contradictorio, pues mi familia vivía en Buenos Aires y para terminar mi carrera tenía que ir a Santa Rosa. Incluía también una actitud encubierta de desafío, yo pensaba “estos militares no me impedirán concluir mi estudios” y abrigaba la esperanza de volver a caminar por las calles de Santa Rosa en libertad. Cuando llego fue con libertad vigilada, me tenía que presentar en el regimiento de Toay cada 15 días para “charlar” con un teniente o capitán.
Al final de 1981 aprobé la última materia para finalmente participar de la ceremonia de graduación de abril de 1982 donde juramos nuestros títulos a los sones de la Marcha de Las Malvinas. Guerra a la cual mis captores llevaron al país y que perdieron sacrificando a parte de otra generación de jóvenes argentinos.
(Publicado en La Arena)
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