martes, 28 de junio de 2011
Los asesinos de Delaturi
En febrero de 1976 una patota de la Triple A asesinó en La Plata al sindicalista nacido en La Pampa junto a otro trabajador de Propulsora por encargo de la UOM. Desde hace cinco años hay una causa abierta en los juzgados de esa ciudad, y ahora una investigación periodística revela cómo y quiénes mataron al militante. Algunos son empleados de la Provincia de Buenos Aires.
Norberto G. Asquini
"Tengo sensaciones encontradas, por un lado porque se sabe la verdad, por el otro porque me entero cómo lo matan", afirmó Carlos Delaturi, hijo de Salvador "Pampa" Delaturi, un sindicalista asesinado en La Plata en enero de 1976 por una patota militar. Es que el domingo en el diario "Miradas al Sur" se publicó una investigación periodística en la que detallan cómo fue su secuestro y su muerte, y a manos de quiénes.
"Me sirve todo esto para la causa", dijo Carlos. El hijo del pampeano víctima del Terrorismo de Estado durante el gobierno constitucional de Isabel Perón lleva adelante la causa judicial. Desde hace cinco años espera avances del expediente, que retomó el juez platense Arnaldo Corazza, y estaba a días de incorporar dos testigos sobre el secuestro de su padre.
La patota.
La investigación de "Miradas al Sur", le apuntó a Carlos Ernesto Castillo, alias "El Indio", el único detenido por ahora de la patota parapolicial que actuó en La Plata durante esos años acusado de asesinar militantes políticos. Pero también a otros nueve hombres.
El artículo identificó con nombre y apellido a quienes el 13 de enero del 76 integraron el grupo de tareas comandado por Castillo, e integrado por "culatas" de la Concentración Nacional Universitaria. A sus órdenes estuvieron Dardo Omar Quinteros; Julio Cuber; Gustavo Fernández Supera, alias El Misto; Alfredo Ricardo Lozano, alias Boxer; Martín Osvaldo Sánchez, alias Papucho; Antonio Jesús, alias Tony; Ricardo Calvo, alias Richard; Patricio Errecarte Pueyrredón; y "El Flaco" Blas.
Allí se afirma: "Mientras la causa que investiga los crímenes de la CNU se mueve con llamativa lentitud en el Juzgado Federal N° 3 de La Plata, a cargo de Arnaldo Corazza, todos los integrantes de la patota que actuó la madrugada del 13 de enero de 1976, a excepción de Carlos Ernesto Castillo, no sólo siguen en libertad sino que, ni siquiera, han sido citados a declarar. Lo mismo sucede con otros miembros de la CNU que participaron de otros crímenes.
Algunos de ellos, incluso, ocupan notorios cargos en el Estado provincial".
Por ejemplo, "Tony" Jesús es director de Relaciones Legislativas de la Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires; "Richard" Calvo también está a cargo de otra dirección de la Legislatura Provincial; y Juan José Pomares, "Pipi", tiene desde hace tiempo un cargo temporario en un bloque del Senado Provincial donde esta semana fue pasado a Planta Permanente con categoría 13.
"El Flaco" Blas -a quien Miradas al Sur ya identificó- es hombre de confianza de un ex dirigente de la federación que agrupa a los gremios municipales y que ocupó un ministerio nacional durante la presidencia provisional de Eduardo Duhalde, a quien hoy acompaña dentro del Peronismo Federal. De la mano de este dirigente, Blas obtuvo la concesión de un hotel del gremio, ubicado en la zona de Constitución. Miradas al Sur pudo saber también que El Flaco tiene la imprudente inclinación de jactarse en público de sus andanzas de la época en que se dedicaba "a amasijar zurdos".
Un escarmiento.
El artículo relata que la fábrica Propulsora Siderúrgica era un dolor de cabeza para Victorio Calabró, el hombre fuerte de la Unión Obrera Metalúrgica que había llegado a ser gobernador de la Provincia de Buenos Aires luego de la renuncia obligada de Oscar Bidegain. Los obreros de la planta de Ensenada resistían a la conducción de la UOM y venían eligiendo, una tras otra, comisiones internas combativas que eran sistemáticamente desconocidas por la burocracia sindical peronista, como indica el libro "La Voluntad", de Eduardo Anguita y Martín Caparrós. Después de las jornadas de lucha de junio de 1975, la situación en Propulsora se le había ido totalmente de las manos a la UOM, aliada a la conducción de la empresa. Calabró decidió, entonces, desarticular la resistencia mediante las herramientas que mejor manejaba: el terror, la muerte. Los blancos elegidos fueron Salvador "Pampa" Delaturi y Carlos Scafide.
Delaturi, militante durante años del Partido Comunista, a mediados de 1975, descontento con la actitud negociadora del partido, se había incorporado al Partido Revolucionario de los Trabajadores PRT), de fuerte inserción entre los obreros de la planta. Scafide militaba en el Partido Socialista de los Trabajadores y tenía un gran predicamento dentro de la fábrica, donde integraba la comisión interna. A principios de enero de 1976, la patota de la CNU recibió la orden de matar a los dos.
La noche trágica.
"Miradas al Sur" relata cómo habrían sido los últimos minutos de ambos: "La madrugada del 13 de enero de 1976, los dos Ford Falcon avanzan lentamente. Van despacio porque llueve mucho, pero también porque quienes los conducen saben que nadie va a detenerlos. Una vez más, está todo arreglado con la Bonaerense: el camino a Ignacio Correa es zona liberada. Los integrantes del grupo de tareas de la CNU son diez, cinco en cada auto. En uno de los Falcon llevan a un hombre apretado en el medio del asiento trasero; en el otro, la víctima viaja encerrada en el baúl. Cuando están lejos de La Plata, a una seña de Castillo, se detienen cerca de un puente. Nadie sabe por qué, pero El Indio tiene predilección por los puentes".
"'Vení', le ordena al hombre apretado en el asiento trasero. Carlos Scafide, delegado de la comisión interna de Propulsora Siderúrgica, no ofrece resistencia. A nadie se le ocurre desobedecer cuando le están apuntando con una Itaka. Lo paran en la banquina, enfrentando la luz cegadora de los focos de los Falcon. 'Juntá las manos, como si estuvieras rezando', le dice y el hombre vuelve a obedecer, ahora apuntado por otras armas. Le abre las palmas y le pone algo entre ellas. 'Apretá', manda, y cuando lo hace le ata las manos con cinta aisladora. Scafide queda parado frente a los focos, como Castillo quiere, como si estuviera rezando, pero con un bulto apretado entre las palmas.
Recién entonces El Indio da otra orden, seca: 'Traigan al otro'".
La Virgencita.
"Cuando lo sacan del baúl, Salvador El Pampa Delaturi está alerta. Sus secuestradores lo perciben y se ponen tensos. Tiene las manos desatadas pero, lo sabe, ninguna posibilidad de resistencia: son demasiados hombres y demasiadas armas. El Pampa, aunque ya no integra la interna de Propulsora, sigue siendo un dirigente reconocido dentro y fuera de la fábrica. A empujones, lo llevan hacia adelante, donde está el otro hombre, con las manos atadas, iluminado por los faros de los autos. Ahí también lo espera El Indio. Recién cuando lo empujan a su lado, Carlos Scafide reconoce a Salvador Delaturi y le grita, desesperado:
-¡Nos van a matar Pampa!
Como si el grito fuera una señal, Delaturi reacciona y se le va encima Castillo, que lo tiene apuntado con la Itaka".
"El Pampa Delaturi es rápido de reflejos pero no puede ser más veloz que el disparo de una Itaka. Cuando ve que se le viene encima, El Indio Castillo aprieta el gatillo. A Scafide, paralizado, lo mata inmediatamente después. El hombre cae con las manos atadas, sosteniendo, sin quererlo, el bulto que le puso El Indio. El bulto es una carga de trotyl de la que cuelga una mecha larga, lenta. 'La Virgencita', como lo llaman en la banda".
"Debajo de la lluvia, todos disparan sobre los cuerpos caídos. Patricio Errecarte Pueyrredón vacía el cargador de la 45 que le dieron y se queda mirando, sorprendido, cómo la corredera de la pistola se le queda atrás. 'Boludo, es porque te quedaste sin balas', le dice otro de los asesinos y le pone otro cargador al arma".
"El Indio ordena apilar los dos cadáveres -Scafide abajo, Delaturi encima- y dar vuelta los autos. Enciende la mecha y se sube a uno de los autos. Los dos Falcon arrancan y se alejan en dirección a La Plata. Están a unos doscientos metros cuando escuchan una explosión que parece la de un trueno. Se dan vuelta y alcanzan a ver, entre la tormenta, el resplandor de La Virgencita", finaliza el relato.
(Publicado en La Arena)
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