lunes, 11 de octubre de 2010

Huerquén: un grupo de vanguardia (Parte 1)


Fue una “saludable ráfaga en la atmósfera cultural de La Pampa”, según uno de sus integrantes. Nació en el ’58 y duró entrados los años ’60. Y tuvo su propia revista. Una agrupación de vanguardia juvenil en plena pampa.

Norberto G. Asquini

La agrupación Huerquén fue un grupo de jóvenes santarroseños que confluyeron a fines de la década del ’50 y durante los primeros años de los ’60 en un proyecto cultural que derivó en la discusión política. Fue una agrupación casi de vanguardia en una sociedad marcada por la moderación política, vinculada a lo artístico pero también al debate y a la reflexión sobre la realidad que marcaban los nuevos tiempos.

Clima de época.
En 1958 cuando jóvenes con inquietudes crearon esta agrupación todavía estaba presente la gran huelga estudiantil secundaria de 1957 en Santa Rosa que paró al Colegio Nacional, de la que habían participado varios de ellos y de la que habían sido protagonistas. Había aires de democracia y de liberación, a pesar de la amenaza constante de las armas y de la proscripción del peronismo, y recién comenzaban a llegar los ecos lejanos e incipientes de la revolución cubana. Comenzaba por entonces el gobierno democrático de Arturo Frondizi y un clima intelectual donde se discutían las divergencias y polémicas en torno a reformismo y revolución o marxismo y peronismo.
Los que conformaron Huerquén eran muchachos y muchachas que habían estudiado o estaban en los últimos años de la Escuela Normal y el Nacional y estaban unidos por una fe transformadora y contestataria. Los impulsaba un espíritu inquieto y disconforme con una sociedad local a la que observaban como “chata” para sus aspiraciones
Hugo Chumbita dijo: “era un grupo cultural de estudiantes. Eramos muy pibes. Yo estaba en Buenos Aires estudiando y la mayoría eran alumnos secundarios que estaban terminando. Era una etapa de mucha efervescencia estudiantil, de mucha agitación y protagonismo y ahí nos ganamos un espacio. Hubo una huelga en el ‘57 en el Colegio Nacional cuando expulsaron a un alumno y en el ‘58 el tema de la laica y la libre con Frondizi y las movilizaciones se hicieron por esa ley en Santa Rosa”.
Héctor Topet, uno de sus iniciadores, recordó: “Leíamos a Pedroni, Guillén, a Petróleo y Política de Frondizi, Las Carnes de Liciaga, El Grito de Alcorta, Diez días que conmovieron al mundo, García Lorca, Dragún... Un poupurri que detallo porque es intencionado: leíamos cuanto caía en nuestras manos”.
La denominación Huerquén se tomó de un vocablo araucano-pampa-ranquel que significa “mensaje”. Y que le dio sentido a este grupo jóvenes inconformistas con su medio social. “Surgió Huerquén por esa soberbia que teníamos los jóvenes de dejar un mensaje para los que vinieran”, relató Alicia Vidondo.
Santiago Badillo lo describió como “un movimiento juvenil alternativo y contestatario basado en la cultura de tendencia izquierdas, y politizado”.
Omar Giavedoni explicó: “Al principio fue más amplia ideológicamente, después se fue definiendo bien de izquierda”.

El comienzo.
Todo surgió cuando estudiantes normalistas que hacían teatro llevaron a Radio del Estado una versión de “Doña Rosita la Soltera”, dirigidos por Hugo Chumbita. Varios de ellos continuaron las reuniones y fundaron Huerquén.
La agrupación tuvo su primera reunión formal el 28 de junio de 1958 durante una visita del pintor catalán Antonio Bagué a Santa Rosa. El artista estuvo con los jóvenes y les donó dos cuadros, uno para ser rifado y otro para la agrupación. Poco a poco comenzaron a sumarse otros alumnos secundarios y universitarios que estudiaban en La Plata o Buenos Aires –cuando llegaron las vacaciones de verano– y a decantarse aquellos que no comulgaban con los ideales.
Su sede fue en la calle O’Higgins 134, en el garaje de la casa de la familia Topet, padres de uno de los más fervorosos militantes, Héctor. Vidondo relató que “nos juntamos en la casa de un papá, Topet, en la calle O’Higgins. Ellos nos permitían reunirnos, nos aguantaban y nos bancaban el mate y la yerba”.
Si bien se puede hablar de un grupo de jóvenes que fueron quienes integraron el núcleo más comprometido y dinámico, como Ricardo “Chicato” Contard, Héctor Topet, Hugo Chumbita, las hermanas Ruth “Mony” y Lía “Ovillo” Andrada –hijas del prestigioso médico Ovidio Andrada–, María Elena Rodríguez, Omar Giavedoni, Diana “Melita” Niseggi, Amalia “Quete” Isequilla, Walter Racca, Alicia Vidondo, Víctor Rodríguez o los hermanos Aquiles y Santiago “Ito” Badillo, también lo conformaron V. Inchaurraga, Alfredo Garzanitti, Sara Inchaurraga, y Teresita Fernández, entre otros. Si bien algunos se incorporaron en su segunda época.
Omar Giavedoni dijo: “casi todas las tardes había reunión y se proponía y decidía espontáneamente. Y había influencia de gente algo mayor, que motorizaban o empujaban, como Ruth Andrada, Chumbita o María Elena Rodríguez”
“Hasta el viejo (Ovidio) Andrada colaboró con Huerquén porque cada vez que se iba a Europa o otro lado hacíamos el cuartel general en la casa, que además la dejaba con cocinera. Las Andrada fueron importantes y Nissegi también”, resaltó Vidondo.

Influencias.
Búsqueda política y discusión ideológica era parte de sus encuentros. Claramente fue una agrupación “izquierdista”, de raíces marxistas. Algunos jóvenes eran militantes del comunismo, otros tenían raíces socialistas y los hubo peronistas que eran la minoría como Chumbita, cercano al nacionalismo de izquierda. Los más “ortodoxos” se alejaron rápidamente, como los vinculados a la democracia cristiana.
Estos jóvenes no sólo se encontraron y decantaron en la agrupación como compañeros de la gran huelga estudiantil del ’57. Hubo varias influencias que consolidaron ese núcleo. Por un lado, los entrevistados reconocen la influencia del docente y escritor Ricardo Nervi, que fue además director provincial de Cultura hasta el ‘59, y de su esposa Inés Fons.
Topet recordó: “Nervi fue determinante como profesor en el Nacional y el Normal. Hay otros, pero él jugó un papel fundamental de incitarnos a pensar. Aunque nunca nos empujó”. Aunque influencia y guía para muchos de esos jóvenes, el docente no llegó a integrar por su edad la agrupación.
Vidondo agrega: “el papel de Nervi en Huerquén no fue ninguno. Nosotros estábamos en el grupo y él desde su lugar de docente era parte de charlas y charlas con las cuales nosotros nos íbamos formando políticamente y socialmente”.
Chumbita explicó: “Nervi no tuvo que ver, pero la agrupación surgió de los jóvenes en los que él había sembrado una semilla de inquietud, todos eramos discípulos de él”.
También sus integrantes mantenían estrechos contactos con escritores locales, sobre todo con los congregados en torno al grupo de la Joven Poesía Pampeana nacido en 1957 que, entre otros, contaba a Ana María Lassalle y Edgar Morisoli. Giavedoni: “hubo influencias de afuera. Además todas las tardes lo llamábamos a Morisoli, a Bustriazo. Ellos sugerían o daban ideas”.
“Estábamos apoyados por los poetas, de esa época es nuestra amistad con Morisoli, Bustriazo Ortiz, Righi, gente que además era más grande que nosotros y formadora de este ambiente. Eramos apoyados por toda esa gente. Un complemento de la literatura, el teatro”, recordó Vidondo.

Intensa actividad.
Huerquén fue más que un grupo de reflexión. A partir de agosto, la agrupación promovió actos culturales, la actividad teatral y el debate político. “Es una entidad juvenil exclusivamente dedicada a promover actividades culturales”, afirmaban la prensa en esos momentos sobre sus inicios.
Las actividades públicas del grupo comenzaron el 4 agosto del ‘58 con el ciclo de “Poesía comentada” en torno a la literatura regional con una charla de Juan Carlos Bustriazo Ortiz y Edgar Morisoli en el salón de la Cámara de Comercio. Ese mismo mes se organizaron las charlas de las alumnas Diana Nissegi que disertó sobre “Vida y obra de Leonardo Da Vinci” y Violeta Fernández sobre la obra poética de Alfonsina Storni. Las reuniones culturales terminaban con un debate de ideas.
Ese año, además, ofrecieron en la Escuela Hogar una función teatral con la puesta en escena de “Historia para ser contada” de Osvaldo Dragún. Sobre fin de año, varios integrantes viajaron a San Luis y dieron la misma obra en esa provincia. Era dirigida por Chumbita y en las que actuaban Lía Andrada, Contard y Topet, entre otros; Racca recitó poemas y Amalia Isequilla tocó el piano. Y estuvieron con el poeta Esteban Agüero.
Además se organizó el primer salón pampeano del poema ilustrado a instancias de Nervi que se concretó en febrero del ’59 con veinte producciones, “que consolidó en encuentro con los poetas locales”, indicó Topet.
En 1959 los ciclos continuaron con Morisoli que habló sobre la poética de Juan L. Ortiz, el pintor Julio César Fernández Navarro que habló sobre impresionismo en pintura, Inés Fons sobre “Problemas de la adolescencia” y Nervi sobre “La Pampa en la dramaturgia de Pedro Pico”. El Elenco Teatral Huerquén ofreció la versión en teatro leído del “boceto dramático en un acto” titulado “Pasa un tren”.
“Fue un grupo importante. Y el hecho de que estudiáramos afuera y volviéramos era también un aporte porque traíamos las novedades, porque Santa Rosa era una comunidad bien cerrada. También en ese momento empezamos con el Cine Club por el sesenta y pico, y acá también era motivo de reunión semanal y discusiones con películas que siempre eran polémicas”, recordó Vidondo.

En los sesenta.
En el ’59 hubo un paréntesis hasta que en el verano del ’60 se revitalizó su actividad. Varios de sus integrantes, maestros normalistas, hicieron una experiencia colectiva dando clases en escuelas rurales del sur de la provincia, en una zona cerca a Bernasconi.
Vidondo comentó: “Esa misma gente de Huerquén, algunos abandonamos lo que estábamos haciendo en Buenos Aires o en La Plata, nos venimos y tomamos todas las escuelas rurales del departamento Hucal, de Bernasconi, San Martín y Jacinto Arauz. Eramos varios que habíamos sido todos alumnos de los Nervi. Y tomamos para hacer un proyecto nuevo de escuela rural sin toda esa rigidez o dogmática de los planes a cumplir. Por ejemplo, hacíamos cursos de tractoristas para los chicos más grandes que iban a seguir trabajando en el campo y no iban a estudiar”.
En el ’60 volvió la intensa actividad y su segunda época. Ese año Norberto Righi habló sobre folclore y Nervi sobre “El arte popular en las escuelas de La Pampa”. Hubo mesas redondas sobre enseñanza primaria, secundaria y universitaria. Y el Grupo de Teatro de la agrupación ensayó “El pájaro azul” en títeres –una de las primeras experiencias surgidas de las manos de Nissegi– y “El triunfo de los otros”, pieza dramática de Roberto Payró.
La mayor proyección pública la dio la edición de la revista “Huerquén”, una nueva herramienta para llegar a la gente.
Sobre los ’60 la agrupación comenzó a tener características más marcadas de debate político y social. Y comentaba a la prensa al anunciar sus actividades de ese verano: “nuestra juventud se vuelca por sus propios medios en la búsqueda integral del hombre”.

Los finales.
El núcleo de Huerquén continuó su tarea, hasta que comenzó a disolverse por los tiempos. Algunos empezaron a diversificar sus tareas en otros grupos, como los teatrales. Otros se alejaron por cuestiones de estudio o de militancia cultural o política, ya que iban a las universidades de Buenos Aires o La Plata, otros por diferencias ideológicas que comenzaban a calar en los sectores de la izquierda tradicional. Chumbita, Vidondo y Topet estaban en La Plata, las hermanas Andrada en Buenos Aires.
Hacia 1961, ya se dejan de mencionar las actividades públicas de la agrupación en los diarios de Santa Rosa y se deja de editar la revista, y en 1962 ya no hay mención de Huerquén en la prensa.
A pesar de su corta existencia, Huerquén fue un punto de partida que reconoce toda una generación. Una marca para distintas inquietudes culturales y artísticas y también para impulsar en la militancia política y el debate ideológico a otros.
(Publicado en Suplemento Caldenia, La Arena)

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