La guerrilla no actuó en la provincia, salvo con algunos campamentos realizados en el oeste y contactos puntuales con militantes. Sin embargo, a comienzos de los 70, el gobierno y parte de la prensa agitaron los miedos de la sociedad con esa cuestión.
Norberto G. Asquini
A comienzos de los años 70, cuando el régimen militar de la Revolución Argentina había comenzado su retirada, hasta la presidencia de Héctor Cámpora, las organizaciones revolucionarias, ya fueran peronistas o marxistas, se convirtieron en uno de los factores de poder de esa etapa de la historia argentina.
Sus acciones de resistencia a la dictadura, entre otros factores, permitieron la salida democrática, que pronto se retorcería por la violencia política, en muchos casos azuzada por esas mismas agrupaciones armadas.
Los pampeanos observaron a la distancia la rapidez de los acontecimientos que se sucedieron en el plano nacional, aunque los coletazos de la política nacional no dejaron ajena a la provincia de sus consecuencias.
La violencia política de esos años comenzó a repercutir, imaginaria o concretamente, en la opinión pública local. Y tanto los medios como los gobiernos, empezaron a agitar los temores a la guerrilla en el escenario local, rumores que eran atizados por algunos sucesos que ocurrían dentro de los límites pampeanos.
Contactos.
Hasta noviembre de 1973 cuando la policía provincial y federal detuvo en Santa Rosa a un grupo de doce jóvenes que pertenecían a Montoneros y que estuvieron en el oeste para realizar prácticas armadas, la guerrilla fue una sombra en la provincia. Esta fue una historia ya publicada en Caldenia.
Pero ¿cuál había sido hasta entonces la relación de La Pampa con la guerrilla? Las organizaciones armadas no tuvieron acciones directas en el territorio pampeano. Si bien muchos jóvenes de la provincia que se radicaron en grandes ciudades se encuadraron en las filas de FAP, FAR, Montoneros o el ERP, muchos volvían periódicamente y servían de contactos con grupos peronistas o marxistas. Pero las acciones armadas no se desarrollaron localmente. Resultaba desproporcionado tener acciones locales en una provincia tan ruralizada.
Sí hubo tránsito de comandos para hacer prácticas de tiro, apoyatura en casos puntuales y también lugares que sirvieron de “aguantaderos” para algunos militantes perseguidos por sus actividades, sobre todo luego del golpe militar. Pero la provincia fue una zona estanca para las acciones guerrilleras ante la falta de objetivos tácticos, su extensión rural y no tener centros urbanos industriales.
Mensajes.
Las noticias sobre las acciones guerrilleras en la provincia que circularon a comienzos de los 70 no fueron muy veraces, aunque impactaran en la opinión pública a través de la prensa. En muchos casos sólo se disfrazaban así delitos comunes, simples bromas adolescentes o adhesiones encubiertas, lejanas e inofensivas a esas organizaciones.
Por ejemplo, en enero de 1972 un camionero fue asaltado en el sur de Córdoba y le robaron el rodado. Fue secuestrado y trasladado hasta Realicó en un auto pequeño y antes de dejarlo sus captores le dijeron que pertenecían a Montoneros. Poco después, en abril hubo un asalto a una estación de servicio de Alpachiri, localidad cercana al límite con Buenos Aires. Los autores pintaron siglas del ERP y huyeron con el dinero; las hipótesis de la policía apuntaron más a un grupo de delincuentes que a la organización armada.
Otro caso ocurrió el 2 de abril de 1972 en General Pico. Un revuelo importante se produjo cuando desconocidos dejaron en la sede social del Club Independiente una nota de un grupo de apoyo al ERP. El diario Primera Hora indicaba que había aparecido en esa ciudad un comunicado de esa agrupación dirigido a los medios cuando habían secuestrado al empresario Oberdan Sallustro. Ahí anunciaban la “constitución de un comando de apoyo táctico regional en La Pampa”. Meses antes, ya habían atemorizado con la denuncia de una presunta bomba en la UTN.
Mientras en Santa Rosa, el Colegio Nacional se sacudió por una inocente broma. Un autodenominado “Ejercito Revolucionario Estudiantil” amenazó a través de una nota colocada debajo de un pupitre a una alumna considerada “botona” de los profesores, informaba La Arena el 2 de mayo de 1972. Años después se comentaría que la travesura para amedrentar a esa compañera fue perpetrada por un joven que recibido de abogado llegaría a ministro del justicialismo pampeano en 2003.
Amenazas de secuestros.
Las noticias y rumores que inquietaban a los alarmistas continuaron entrada la democracia. A finales de julio de 1973, el personal de la comisaría de Realicó comenzó a investigar una nota del ERP en la que se amenazaba al presidente de la Comisión de Fomento de esa localidad con quitarle la vida si no renunciaba al cargo. Y a comienzos de octubre en General Pico un productor rural fue arrestado cuando extorsionó a un vecino con secuestrarle a su pequeña hija si no pagaba una suma de 20 millones de pesos. En la carta había asegurado ser un integrante del ERP, afirmaba La Arena.
Poco después, el mismo diario se preguntaba: “¿Amenaza de secuestro en La Pampa?”. Según la versión de pobladores de la zona de rural de Victorica y Telén, en el oeste, los habitantes de esas localidades estaban preocupados por las amenazas que estaban recibiendo algunos vecinos, en su mayoría productores rurales, de “supuestas organizaciones clandestinas”. Los mensajes anónimos eran “rubricados algunos de ellos por siglas de agrupaciones presuntamente revolucionarias en los que se les amenaza con el secuestro de sus hijos”. En uno de los casos, de un conocido estanciero, se detuvo al autor de la intimidación y se lo liberó a los quince días.
(Publicado en Caldenia)
Norberto G. Asquini
A comienzos de los años 70, cuando el régimen militar de la Revolución Argentina había comenzado su retirada, hasta la presidencia de Héctor Cámpora, las organizaciones revolucionarias, ya fueran peronistas o marxistas, se convirtieron en uno de los factores de poder de esa etapa de la historia argentina.
Sus acciones de resistencia a la dictadura, entre otros factores, permitieron la salida democrática, que pronto se retorcería por la violencia política, en muchos casos azuzada por esas mismas agrupaciones armadas.
Los pampeanos observaron a la distancia la rapidez de los acontecimientos que se sucedieron en el plano nacional, aunque los coletazos de la política nacional no dejaron ajena a la provincia de sus consecuencias.
La violencia política de esos años comenzó a repercutir, imaginaria o concretamente, en la opinión pública local. Y tanto los medios como los gobiernos, empezaron a agitar los temores a la guerrilla en el escenario local, rumores que eran atizados por algunos sucesos que ocurrían dentro de los límites pampeanos.
Contactos.
Hasta noviembre de 1973 cuando la policía provincial y federal detuvo en Santa Rosa a un grupo de doce jóvenes que pertenecían a Montoneros y que estuvieron en el oeste para realizar prácticas armadas, la guerrilla fue una sombra en la provincia. Esta fue una historia ya publicada en Caldenia.
Pero ¿cuál había sido hasta entonces la relación de La Pampa con la guerrilla? Las organizaciones armadas no tuvieron acciones directas en el territorio pampeano. Si bien muchos jóvenes de la provincia que se radicaron en grandes ciudades se encuadraron en las filas de FAP, FAR, Montoneros o el ERP, muchos volvían periódicamente y servían de contactos con grupos peronistas o marxistas. Pero las acciones armadas no se desarrollaron localmente. Resultaba desproporcionado tener acciones locales en una provincia tan ruralizada.
Sí hubo tránsito de comandos para hacer prácticas de tiro, apoyatura en casos puntuales y también lugares que sirvieron de “aguantaderos” para algunos militantes perseguidos por sus actividades, sobre todo luego del golpe militar. Pero la provincia fue una zona estanca para las acciones guerrilleras ante la falta de objetivos tácticos, su extensión rural y no tener centros urbanos industriales.
Mensajes.
Las noticias sobre las acciones guerrilleras en la provincia que circularon a comienzos de los 70 no fueron muy veraces, aunque impactaran en la opinión pública a través de la prensa. En muchos casos sólo se disfrazaban así delitos comunes, simples bromas adolescentes o adhesiones encubiertas, lejanas e inofensivas a esas organizaciones.
Por ejemplo, en enero de 1972 un camionero fue asaltado en el sur de Córdoba y le robaron el rodado. Fue secuestrado y trasladado hasta Realicó en un auto pequeño y antes de dejarlo sus captores le dijeron que pertenecían a Montoneros. Poco después, en abril hubo un asalto a una estación de servicio de Alpachiri, localidad cercana al límite con Buenos Aires. Los autores pintaron siglas del ERP y huyeron con el dinero; las hipótesis de la policía apuntaron más a un grupo de delincuentes que a la organización armada.
Otro caso ocurrió el 2 de abril de 1972 en General Pico. Un revuelo importante se produjo cuando desconocidos dejaron en la sede social del Club Independiente una nota de un grupo de apoyo al ERP. El diario Primera Hora indicaba que había aparecido en esa ciudad un comunicado de esa agrupación dirigido a los medios cuando habían secuestrado al empresario Oberdan Sallustro. Ahí anunciaban la “constitución de un comando de apoyo táctico regional en La Pampa”. Meses antes, ya habían atemorizado con la denuncia de una presunta bomba en la UTN.
Mientras en Santa Rosa, el Colegio Nacional se sacudió por una inocente broma. Un autodenominado “Ejercito Revolucionario Estudiantil” amenazó a través de una nota colocada debajo de un pupitre a una alumna considerada “botona” de los profesores, informaba La Arena el 2 de mayo de 1972. Años después se comentaría que la travesura para amedrentar a esa compañera fue perpetrada por un joven que recibido de abogado llegaría a ministro del justicialismo pampeano en 2003.
Amenazas de secuestros.
Las noticias y rumores que inquietaban a los alarmistas continuaron entrada la democracia. A finales de julio de 1973, el personal de la comisaría de Realicó comenzó a investigar una nota del ERP en la que se amenazaba al presidente de la Comisión de Fomento de esa localidad con quitarle la vida si no renunciaba al cargo. Y a comienzos de octubre en General Pico un productor rural fue arrestado cuando extorsionó a un vecino con secuestrarle a su pequeña hija si no pagaba una suma de 20 millones de pesos. En la carta había asegurado ser un integrante del ERP, afirmaba La Arena.
Poco después, el mismo diario se preguntaba: “¿Amenaza de secuestro en La Pampa?”. Según la versión de pobladores de la zona de rural de Victorica y Telén, en el oeste, los habitantes de esas localidades estaban preocupados por las amenazas que estaban recibiendo algunos vecinos, en su mayoría productores rurales, de “supuestas organizaciones clandestinas”. Los mensajes anónimos eran “rubricados algunos de ellos por siglas de agrupaciones presuntamente revolucionarias en los que se les amenaza con el secuestro de sus hijos”. En uno de los casos, de un conocido estanciero, se detuvo al autor de la intimidación y se lo liberó a los quince días.
(Publicado en Caldenia)
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