lunes, 25 de julio de 2011

La ciudad que no fue


De no haberse alterado tan drásticamente las condiciones ecológicas y ambientales en el oeste pampeano con el corte de los ríos aguas arriba, ¿cuál sería la población actual de esa zona de la provincia?


Walter Cazenave



Dentro del lamentable panorama actual de los recursos hídricos provinciales aparece como positiva la intención de realizar una evaluación del deterioro ambiental sufrido por La Pampa con los cortes del río Atuel (sería interesante hacer lo mismo en el futuro con el Salado-Chadileuvú). Es de suponer que el estudio abarcará desde las primeras sustracciones de caudales, allá por 1918, hasta la actualidad por lo que se estará considerando casi un siglo de daño.
El trabajo mencionado, a realizarse por la Universidad Nacional de La Pampa, llega un tanto tardíamente pero igualmente es bueno que se concrete, especialmente porque se inscribe en una tendencia que se ha afianzado mucho en las últimas dos décadas y empieza a tener una especial resonancia en los tribunales.
Es de suponer que el estudio le dará un amplio espacio a la parte demográfica, íntimamente relacionada con el deterioro citado y, en definitiva, consecuencia principal de las acciones mendocinas. Esa consideración da lugar a una pregunta básica, que suena a ucronia, pero que es necesaria: de no haberse alterado tan drásticamente las condiciones ecológicas y ambientales, ¿cuál sería la población actual del área a considerarse?

Las cifras
A modo de contribución a una empresa tan necesaria aportamos el siguiente trabajo, elaborado sobre cifras documentadas. Las pautas en que se apoya son básicamente dos:
1) Se consideran las cifras demográficas a partir de la ocupación por parte de la población cristiana y de la puesta en producción del espacio regional;
2) se aplica una tasa de crecimiento del 3,5 por ciento anual, índice que permite una duplicación poblacional cada veinte años.
Ese valor no es arbitrario ya que es el que utiliza la Unesco para sus estimaciones y es frecuente en las zonas rurales alejadas y/o empobrecidas. Llevándolo al terreno conocido, no resulta para nada aventurado asignar a la familia campesina de la zona en cuestión una cifra de cuatro hijos por matrimonio, cantidad que era común (y frecuentemente mayor) en el medio, al menos hasta los años sesenta del siglo pasado.

El área y la época.
El ámbito temporal que enmarca este trabajo comprende desde aproximadamente 1890 –época en que está comprobado que ya había población cristiana rural en la zona– hasta la actualidad, o sea 120 años. Por los mismos inicios el hoy desarrollado sur mendocino, en la zona de General Alvear, tenía condiciones y densidad demográfica similares a la nuestra.
La zona considerada por este estudio estaba delimitada entre el brazo principal y más oriental del Atuel –seco desde 1918 por un corte aguas arriba– comprendido entre el paralelo de 36 grados y la confluencia con el Salado-Chadileuvú; desde allí siguiendo el cauce de este último río hacia el Sur hasta la última unión con el Atuel-Butaló, un poco al sur de Limay Mahuida, en Paso del Noque. Por el oeste se cerraría el perímetro remontando desde la confluencia anterior por el Butaló y luego el Arroyo de la Barda hasta el paralelo 36, a unos 60 km del inicio de esta delimitación. El área, desde luego, se prolongaba con características similares en territorio mendocino, pero no la consideraremos a los efectos de este trabajo.
Tenemos así una superficie del orden de los 6.000 kilómetros cuadrados –más de medio millón de has en una consideración prudente– que originalmente estaba regada por numerosos brazos de río y ocupada en gran parte por extensas lagunas y bañados, con suelos que la agronomía actual confirma como adecuadamente pasibles de cultivos y regadío. Esas condiciones eran conocidas desde antiguo y refrendadas por una ocupación temprana, que descendía desde el norte y el oeste en busca de tierras donde vivir y trabajar.

La isla del Chalileo.
Dentro de ese territorio –tan grande como la quinta parte de Bélgica– se ubicaba un área menor caracterizada por su feracidad, la llamada Isla del Chalileo; estaba comprendida por los brazos mayor y secundarios del Atuel y el curso principal del Chadileuvú, una mesopotamia donde la relativa elevación de los terrenos preservaba de las grandes inundaciones. De hecho era la zona que actualmente ocupa Santa Isabel y que manifestó estar poblada por cristianos al menos desde fines del siglo XIX y principios del XX. Hacia 1910 algunos grandes propietarios y comerciantes del Este pampeano ya tenían campos y sucursales allí, por donde pasaban las huellas que iban a Mendoza.
Una prueba más de las posibilidades que ofrecía el área está evidenciada en que sobre ella se fundó –y pobló– la inicialmente próspera Colonia Agrícola Butaló, promovida en 1909 por el gobierno de la Nación.
En la primera década del siglo, según detalla la Guía descriptiva, Demostrativa y Administrativa del Territorio de La Pampa Central, escrita y publicada en 1906 por don Miguel De Fougeres, el XIII Departamento (que después pasaría a llamarse Chalileo) estaba integrado por “grandes islas habitables y fértiles” y contaba ya con la población de Santa Isabel. En cercanías estaba la “boca de la principal confluencia Atuel-Salado; 500 m de ancho por 12 pies de profundidad, con agua todo el año”. La actividad económica daba como para que funcionaran las casas de comercio El Atuel; Santa Isabel; La Esperanza; El Salado y Currú Mahuida.

Cifras que cantan, con tristeza.
Dejando a un lado las cifras pecuarias –que suman decenas de miles de caballos, mulas, ovejas, cabras, vacunos y cerdos– pasemos a considerar los habitantes, que se distribuían así: 1.248 varones y 1.081 mujeres. En total 2.329 personas.
Si imaginamos que aquel panorama ideal, con agua que permitía desarrollar cultivos y aseguraba la proliferación del ganado, generaba fuentes de trabajo y retenía la población, se hubiese prolongado hasta la actualidad hubiera sido factible alcanzar la ya mencionada tasa de natalidad del 3,5 % anual, derivada del crecimiento natural más la potencial inmigración que atraen las zonas que necesitan mano de obra. Después de todo el territorio pampeano en ese tiempo más que duplicaba su población cada diez años (entre 1895 y 1906 había pasado de 26.000 a 61.000 habitantes) y se ofrecía como una tierra de promisión.
Veamos ahora lo que, usando como base la población de 1906, resulta de aplicar esa tasa dodecádica del 3,5.

1906 2.239
1926 4.478
1946 8.956
1966 17.912
1986 35.024
2006 70.048

O sea que haciendo la proyección al corriente año andaríamos aproximadamente en los 80 mil habitantes. Y esto a partir de la población original, nada más. Si, como señaláramos, se tuviera en cuenta la atracción que tienen las zonas que necesitan mano de obra nos encontraríamos con que las radicaciones de migrantes hubieran elevado bastante más esa cifra, de por sí asombrosa.

La dura realidad.
Lo anterior puede verse mejorado todavía si se aplicara la misma tasa a la suma de las poblaciones correspondientes a los tres Departamentos que por entonces se veían beneficiados por las aguas del Atuel: el ya citado XIII (Chadileo), el XII (Limay Mahuida) y XIV (Chicalcó). En tal caso, sobre una base de 4.498 personas conformada por los tres Departamentos, al cabo de cien años nos encontraríamos con una población del orden de las 144.000 personas.
Si, con una cuyana desconfianza, el lector maliciara de este idealizado panorama puede reducir en uno o más puntos aquella –mundialmente aceptada–tasa de crecimiento: igual se encontrará frente a cifras que dejan muy, muy atrás las que ofrece la paupérrima realidad actual. Considerando que, para el caso, son despreciables los 40 habitantes de diferencia en 1906 que hay entre las cifras oficiales y las de De Fougeres, véase al respecto la comparación con el último censo

DEPARTAMENTOS 1905 2010
Chalileo 2.279 3.013
Chical Co 626 1.894
Limay Mahuida 1.453 404
Fuente: Dirección de Estadística

De lo que se deduce que en más de un siglo el Departamento Chalileo creció apenas un 32,2% y Chicalcó un 302, 5%, en tanto que Limay Mahuida decreció un 72%.
Esas cifras, más que elocuentes aterradoras, pueden compararse con el cuadro siguiente, donde consta la población de parte de las zonas del sur mendocino beneficiadas con el agua sustraída a La Pampa, y aquellas de nuestra provincia que quedaron en seco.

Provincia Departamento Población Censo 2001
Mendoza General Alvear 173.571
La Pampa Santa Isabel 2.493
La Pampa Limay Mahuida 281
Fuente: Indec. Censo Nacional de Población, Hogares y Viviendas 2001.

Como se puede apreciar a través de la lectura de este trabajo es fácil advertir que, si bien se trata de un análisis idealizado, los números –simples y contundentes– respaldan con plenitud el reclamo a los “hermanos mendocinos”, cuyo egoísmo nos niega desde hace casi cien años la posibilidad de desarrollar un mínimo oasis de regadío con el agua que nos pertenece. Mientras tanto la Nación, en buena parte responsable de este estado de cosas, sigue haciéndose la desentendida y mirando para otro lado.

(Publicado en Caldenia)

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