El diario y cotidiano devenir de los lugareños habituados a las calles y asimilados al paisaje urbano de sus pueblos se vuelve en los altos de la ruta una experiencia fresca y hasta desconcertante en determinadas ocasiones para el viajero curioso y atento a las novedades del camino. Sobre todo cuando al llegar a Pellegrini uno encuentra en una población sin construcciones de altura el edificio municipal coronado por una inmensa y extraña torre o en Saldungaray el gigantismo de la fachada del cementerio y se pregunta como pudieron llegar hasta allí. Esta es la historia de un arquitecto, Francisco Salamone, y de su obra monumental con reminiscencia del autoritarismo imperante entonces que se expandió por todo el sudoeste de la provincia de Buenos Aires en la década del ’30.
NGA
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