jueves, 20 de enero de 2011

Una pampeana en Monte Chingolo


Liliana Molteni nació en Trenel, militó en La Plata y desapareció en 1976. A fines de diciembre de 1975, participó en el llamado copamiento del regimiento de Monte Chingolo, donde militantes del ERP intentaron tomar el cuartel y fueron masacrados por las fuerzas de seguridad.

Norberto Asquini y Juan Carlos Pumilla

Liliana Molteni, nacida en Trenel en 1953, comenzó a estudiar en 1971, en la Escuela Superior de Periodismo de La Plata. La ciudad, en esos años setenta, era centro de un debate ideológico cada vez más radicalizado y de una efervescencia política incontenible.

Terminó su carrera sobre finales del 73 y, para entonces, ya estaba volcada totalmente a la militancia. Participó de agrupaciones estudiantiles e ingresó al Partido Revolucionario de los Trabajadores-Ejército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP) en el 72.

Consultado Daniel De Santis, dirigente de esa organización, recordó que la conoció cuando ella junto a dos compañeras inició su trabajo territorial organizando una villa ubicada en la zona de Punta Lara. El lugar era conocido como “Villa Rubencito”, sobre Ensenada. Ya habían logrado movilizar a un importante grupo de mujeres y estaban realizando reuniones para conformar una sociedad de fomento.

Poco después, como muchos perretistas que se proletarizaban, Liliana ingresó a trabajar en la fábrica Alpargatas en Florencio Varela.

Para 1975, Liliana era una militante formada y consolidada dentro de la agrupación. En ese momento, también habría comenzado una relación sentimental con su ex compañero de periodismo, el santarroseño Daniel Elías.

La última batalla.

Desde que había asumido el gobierno constitucional en el 73, el ERP continuó con sus ataques a las fuerzas militares y su estrategia de la guerra revolucionaria, ya que consideraba que la democracia burguesa mantenía las condiciones de sometimiento de la clase trabajadora.

Para la visión de su conducción, se trataba de un enfrentamiento total, una guerra entre dos aparatos -el guerrillero y el Ejército-. La realidad demostraría que no iba a ser tan así. Ni Montoneros ni el ERP tenían la capacidad para enfrentar directamente a las Fuerzas Armadas y menos en un combate desigual. Y la derrota de esas organizaciones en los meses siguientes lo demostraría.

En los últimos meses del 75, la dirigencia del ERP comenzó a planear el “desesperado” ataque al Batallón de Arsenales 601 Domingo Viejo Bueno, en el partido de Lanús, una zona densamente poblada, con el objetivo de obtener armamento. La guarnición lindaba con la villa de emergencia IAPI y era el depósito de armas más grande del país, en el que cumplían servicios más de seiscientos militares.

El escritor Gustavo Plis-Sterenberg en su libro “Monte Chingolo” (2003) situó a Liliana Molteni en esa última gran acción del ERP, y la operación más ambiciosa, según refiere María Seoane, de la guerrilla urbana latinoamericana: el intento de copamiento del cuartel de Monte Chingolo.

Preparativos.

Para asaltar el cuartel, la cúpula perretista concentró en el sur del Gran Buenos Aires una fuerza importante de militantes. Pero ya a mediados de noviembre un infiltrado del Ejército en el ERP pasó el dato a sus contactos y los militares estaban advertidos sobre el ataque. Quedó establecido para el día 23, en vísperas de Noche Buena.

Plis-Sterenberg describe en su libro paso a paso el combate de Monte Chingolo. Eran unos 250 combatientes: 150 de tropa y cien de apoyo logístico y servicios. El asalto al cuartel lo realizaría una unidad y las contenciones en rutas y accesos estaban a cargo de otra compañía, una de las células que integraba esta última fuerza estaba a cargo de Liliana, conocida por su nombre de guerra la “Flaca” o “Julia”. La acompañaban además “Aurora”, una militante boliviana de 22 años que tenía una hija de un año y medio y que había estado junto a la pampeana en la escuela militar del ERP; la “Gorda Rosa” o Zulema Attaide, una combatiente de 28 años; “Negrita” y “Cristina”.

El 21 de diciembre Liliana y sus compañeras se subieron a una camioneta que las llevó a un chalet. El sitio era una casaquinta de dos plantas ubicada en Florencio Varela. El lugar estaba repleto de militantes. Cada combatiente anotó en un papelito su verdadero nombre y una dirección o teléfono para avisar en caso de problemas. Cada combatiente recibió dinero para retirarse de la zona en transporte público; vestían además un doble juego de ropas de calle para la retirada.

El 23, luego de hacer una formación en la casaquinta y gritar la clásica arenga “¡A vencer o morir por la Argentina!”, subieron a las 17.30 a un camión Ford F-300 con la caja cubierta de una lona verde.

Contaban para el asalto al cuartel con veinte autos robados de un garage y 150 armas entre fusiles, granadas, pistolas y ametralladoras. Un armamento malo e insuficiente para enfrentar a unos 5.000 efectivos entre militares, policías bonaerenses y federales, y gendarmes que rodearían pronto el sitio. Según relata Plis-Sterenberg, Liliana iba vestida con pantalones y camisa.

En el infierno.

En la investigación indica que sobre el Camino General Belgrano, a cien metros al sur de la rotonda Pasco, en los puentes sobre el arroyo San Francisco, dos equipos de combate de cuatro guerrilleros debían montar contenciones. Uno estaba integrado por Liliana, Attaide, Alejandro Bulit o “Juancito” -de 25 años- y otro militante de unos 20 años y tenía la misión de establecerse en los puentes de las calles Zapiola y Montevideo.

A las 19, poco antes del asalto de los autos al cuartel, otro grupo trató de detener a un micro de la línea 582 que iba por el Camino General Belgrano. El chofer quiso escapar del puesto y tomó por una calle de tierra donde fue detenido por el grupo de Liliana con un tiro. Al grito de “¡Váyanse, ésta es una acción del ERP!”, desalojaron el colectivo. Dos compañeros se llevaron el rodado y lo cruzaron en una calle cercana, para cortar el tránsito.

A las 19.40 comenzó el ataque. Nueve coches rompieron el portón de la guardia central del Batallón e ingresaron al cuartel. Lo que sucedió dentro del perímetro no pudo ser reconstruido con exactitud dado el fragor del combate, las versiones disímiles y la cantidad de caídos por las balas y la represión posterior.

A las 20.10 comenzaron a llegar las fuerzas de seguridad entre el congestionamiento de automóviles vacíos colocados como barreras sobre las calles. Primero arribaron policías de la Bonaerense que se acercaron a los puentes del arroyo San Francisco donde estaba el grupo comandado por Liliana, que se parapetó y bloqueó el paso.

A las 20.45 se sumaron los militares al cruce. Las posiciones de la célula fueron acribilladas con fusiles FAL, lanzacohetes, ametralladoras MAG y Browning sobre vehículos acorazados M-113. La “Gorda”, que estaba ya herida, recibió un tiro que la derribó y se ordenó el repliegue a los pocos combatientes que quedaban. Cuatro lograron escapar, corriendo hacia la villa ubicada frente al cuartel.

Liliana Molteni consiguió fugarse de ese infierno. Luego de la cita de control con los contactos perretistas se hizo cargo de Tamara, la hija de 18 meses de su compañera “Aurora”, que había sido detenida antes del combate.

El saldo.

Mientras tanto, los guerrilleros que habían ingresado a la instalación militar y habían quedado entrampados eran acribillados; sobre las 23, ante el caos, se tuvieron que retirar derrotados. Cuando escapaban entre las doscientas manzanas de la villa IAPI, algunos pobladores les brindaron refugio o les dieron prendas para camuflarse, mientras se sucedían las ráfagas perdidas y el rastrillaje de los militares y los helicópteros.

Nunca hubo una cifra precisa de los caídos ese día. De los guerrilleros del ERP hubo 53 muertos que participaron del combate, otros 6 cuerpos no fueron identificados y 3 personas fueron “desaparecidas”. De esos militantes, 23 habían quedado con vida en zonas cercanas y fueron ejecutados posteriormente a ser capturados, unos 17 estaban heridos y al menos 5 fueron rematados en el lugar. No hubo prisioneros. Y 31 fueron enterrados en una fosa común

De las fuerzas de seguridad murieron 7 militares -oficiales y conscriptos-, 17 resultaron heridos -8 policías de la Federal y 9 de la bonaerense-; mientras 8 civiles fallecieron en las cercanías. Se calcula además que hubo cuarenta muertos civiles por disparos del Ejército o la policía durante la represión a los focos guerrilleros en la villa.

Aunque la conducción del ERP no lo quiso luego admitir, el asalto al cuartel había sido un acto de aventurerismo desmedido cuyo saldo fue una dura derrota.

Ultimos días.

Cuando llegó el golpe, según refirieron compañeros de militancia, Liliana estaba semiclandestina ya que había perdido sus documentos luego de Monte Chingolo, o habría sido identificada por los servicios de Inteligencia. En los primeros días de enero del ‘76, la pareja había viajado hasta Trenel a la casa de los padres de Liliana. Se quedaron varios días y Olga, la madre, le pidió que se quedara y no volviera. Pero la militante no quiso.

En la madrugada del domingo 13 de junio, un grupo fuertemente armado rodeó la vivienda de Liliana en Lanús Oeste, subió a la habitación y se llevó secuestrada a la pareja. Según testigos la nena que estaba a su cargo fue entregada por la Policía Federal a unos vecinos. Recién sería recuperada en 1983.

(Publicado en La Arena)

3 comentarios:

  1. ME GUSTARIA A VER VIVIDOS ESOS AÑOS

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  2. Yo sólo tenía 13 años recién cumplidos ese verano, y recuerdo haberlo vivido con angustia al ver a mis familiares seriamente preocupados por lo que estaba pasando en el país. Aquella nochebuena fue realmente espantosa, con noticias sobre cadáveres apilados bajo el sol, casas ametralladas y fosas comunes. Y un futuro incierto que nos concernía a todos.
    La gente del ERP alimentaba un sueño fanático y mesiánico que no trepidaba en matar y asesinar inocentes -como los pibes que en ese momento hacían la colimba-,en aras de una supuesta "revolución", idea absolutamente alocada para un país de las características de la Argentina, con una enorme clase media y diferencias regionales tan marcadas. Pero la experiencia histórica demostró que el fracaso revolucionario habría de ser mundial. Nunca más ese delirio en nuestro país!!

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  3. Yo viví en esos años....No me gustaron para nada mucho kilombo por todos lados, paros todos lo días, no había clases descontrol y violencia de todos lados. Esto grupos jamás tuvieron el apoyo del pueblo y por ende nunca tuvieron futuro

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